180 AÑOS
Por Eduardo Martín Romero
El 13 de Julio se
celebraran los 180 años de fundación de nuestra ciudad de La Paz por lo que
deseo sumarme desde esta columna a los festejos.-
Nací en Puerto Santa Cruz
hijo de un correntino de la Colonia del Libertador muy cerca de esta ciudad y
de una española de Galicia quien emigro a nuestro país con destino a Santa Cruz
donde mi padre cumplía funciones en Prefectura.-
Tal vez de los destinos
del sur el que más recuerdo es Puerto San Julián donde comencé la escuela
primaria, entonces territorio nacional, por el 1952 donde vivir en el sur
argentino era un inmenso sacrificio por su clima particularmente frio con
nevadas en el invierno y muy fuertes vientos en el corto verano recordando que
en aquellas épocas no había agua corriente, ni gas, ni televisión, ni celulares
y ni siquiera teléfonos fijos, el transporte era rudimentario, la ruta 3 era de
ripio por lo cual muchos productos alimenticios, sobre todo los perecederos, no
existían al menos a costos accesibles.-
Alguna vez observando las
imágenes veraniegas de los almanaques le pregunte a mi padre cuando podría
vivir un verano de almanaque ya que los días de actividades al aire libre en el
sur era excepción, todas se efectuaba en lugares cerrados.-
A raíz de problemas de
salud de mi madre, mi padre, consiguió el traslado a la ciudad de La Paz cuando
me lo conto no comprendía cómo sería el lugar de mi destino solo me llenó de
alegría cuando me dijo “allí vivirás veranos del almanaques” esto me genero un
estado de excitación muy especial y comencé a fabular sobre el remoto destino
al que me trasladaría.-
En Febrero de 1958 llegue
a La Paz, entonces el colectivo que nos trasladó desde Paraná, por camino de
tierra, culminaba su viaje en el “Hotel Belgrano” que hacía las veces de
terminal y cuyo edificio aun se mantiene en la esquina noreste de la
intersección de calle Belgrano e Italia; recuerdo que al descender mi padre me
dijo “hacia allá está el río” y pude observa la bajada de calle Belgrano
totalmente cubierta de arboles de un verde intenso en un día luminoso y
caluroso, deslumbrado por el paisaje y casi atónito por un mundo que no conocía
llegue a “pensar de este lugar no me voy mas”
Unos días vivimos en el
hotel mientras mi padre se reintegraba a su trabajo y conseguía una vivienda
para alquilar, esto hizo que pueda recorrer esa zona para conocerla en algunos
detalles; recuerdo en la vereda de enfrente una fonda donde comían y
pernoctaban los viajeros siempre animada y en algunos casos con presencias de
musiqueros era un lugar que los más chicos mirábamos desde sus ventanas, en la
misma cuadra una platería y relojería de Latronico y en la esquina una
zapatería de don Jaime atendido por él y su esposa, sobre la vereda del hotel hacia
el puerto luego de unas casas de mucha categoría había un almacén mayorista de
Santamaria, Vanasco y Compañía a cuyos fondos se ingresaba por calle Moreno era
un mundo de personas las que allí se podían observar, pasando calle Moreno
hacia el puerto estaba “La Duquesita” donde íbamos con mi hermana a comprar un
majar que desconocíamos “el helado” y que llegado el primer frío nos dijeron
que no hacían más hasta el próximo verano lo que nos genero una congoja porque
para nosotros aun hacía calor.-
Por calle Moreno y hacia
la Plaza estaba el correo que después se traslado al edificio actual y en su
lugar se traslado la zapatería de Fontanini y la “Bola de Oro” en la esquina de
España y Moreno donde había de todo, era un lugar para estar todo el tiempo que
uno deseara.-
Quizás quienes venimos de
climas tan rigurosamente fríos seamos capaces de comprender lo distinta que es
la vida en la libertad con la naturaleza y los espacios públicos, pero fue una
de los cosas que me hizo amar tanto a esta ciudad; libertad esta que luego de
un corto tiempo acrecenté mediante mi vida en el Barrio Estación donde mi
libertad fue mayor jugando en la calle, en los zanjones, en las noches debajo
del foco de la esquina o en el campito Zubiri donde buscamos lechiguanas y
imaginábamos participar de cacerías y por supuesto en el Cabayú Cuatia
mojareando, fantaseando con alguna boga, aprendiendo a nadar o con clavados
desde la barranca y los más osados de desde el puente.-
Esta ciudad me hizo amigo
de la naturaleza y por supuesto de las moscas, mosquitos, abejas, avispas, arañas,
víboras, y muchas especies que en el lejano sur no conocía lo que me transpoló
a un mundo lleno de fantasías.-
Pero por sobre todo esta
ciudad me dio y me sigue dando grandes amigos, muchos afectos, me dio un montón
de oportunidades algunas que aproveche y otras de las que prefiero no
acordarme, por su puesto me dio esposa hijas, nietos y un sin número de
familiares que me hacen plena la vida.-
Existe un ejerció que
propone imaginar que ocurriría si los acontecimiento no hubiesen sido los que
ocurrieron, sino que fueron los contrarios, ejemplificando si los colonizadores
de América hubieran sido orientales, o si la segunda guerra mundial fuera
ganada por los Alemanes con esta ejercitación a veces pienso si no hubiera
venido a La Paz y sin dudas llego a agradecer a Dios el haberme acercado a esta
ciudad ya que mi destino no podía ser mejor.-
Vaya en esta confesión y
en este relato mi profundo homenaje a esta ciudad a la cual a veces criticamos
pero que solo es porque le deseamos lo mejor como indica la canción de Cesar
Trachitti “a mi ciudad hay que quererla toda, no se la puede amar por parte,
por eso a veces la critico….”